El vivir al norte del finisterrae condiciona bastante tu percepción.
De niño tu padre se asemejaba a un gigante y en el verano te parecía que los turistas ostentaban lo mejor en todo, incluso eso de ser "turista" era lo más de lo más.
Poco a poco te haces grande y sigues creyendo que lo que está en la ciudad vecina o en otras latitudes es mejor. Sueñas con tocar en las salas de moda de La Capital, codearte con los artistas más renombrados, estar en el ojo del huracán.
Pero cuando visitas todo eso en primera persona, te das cuenta de la enorme cadena de complejos que has creado a tu alrededor porque nada es mejor o peor si no que todo es similar y que la miseria al igual que el hambre está en todas partes.
Los locales de mi pueblo son igual o mejores que los de Madrid, todos los artistas tienen humor o mala leche y, no lo dudes, para tu familia siempre estás en el ojo del huracán.
Habas cuecen en todas partes, lo mismo pierde un partido un BarÇa que un Madrid por la sencilla razón de que alguien tiene que perder y alguien tiene que ganar, y los mismos majaderos que revientan una papelera en una celebración te los encuentras en Bilbao que en Taiwan.
Cada vez estoy más convencido: de pequeños deberían vacunarnos contra los complejos quizás la mejor manera de hacerlo sea viajar.
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