No hay puertas. - Encadena a la mariposa, Confina a la cometa, acuartela tu risa, recluye el canto del después, el cigarro del después, el humo del después, pues...Todo en vano es... Acorrálame en cuatro paredes, en minotauro hechízame, que mis canciones sean alas de Ícaro, hasta llegar a ese Sol poema, derrítelas, derríteme, porque, aún así: vuelan, y viajan, más que tu, más que yo, serán estela, y ante eso no hay puertas. Paris Joel
Mientras te escribo. Diabético por mi dulce caracola no quise ver la ventisca del nuevo amanecer. Embriagado en mis cantos de sirena no entendí el graznar de los cuervos amarillos, tan distantes y lejanos como el portazo del telediario y su gélido estruendo de realidad. Aún así, ahora más que nunca, le rezo a tu abrazo adolescente, al primer beso hambriento y furtivo, al descubrimiento del nuevo continente del sexo, a la primera mañana junto a ti, al llanto de las primeras flores de nuestras primaveras, a los cánidos lametazos de la infancia, y a todo aquello que siempre di por hecho y que ahora es nostalgia en esta mañana de apocalíptico silencio. Porque tengo miedo de que jamás puedas leer estos versos, y que el papel que los sustenta se hunda en el mar de la soledad. Por eso, por si llega la noche definitiva, quiero que sepas, que en su paisaje estrellado, me encontrarás y te encontraré en una sinfonía de luz y alegría, la misma que hace milenios alumbró nueva vida del polvo, el mismo que ahora me deja un poso reconfortante al verte plácidamente dormida mientras te escribo sin fin. Paris Joel
Un día más. - El arrullo de la hierba intenta mecer al viento de la tarde, con un Brabante en el pecho tiro por el camino manso y mi paso pétreo simula un rodar suave. El pensamiento cometa se eleva en distraída fuga, repasa viejas escenas a tu lado, tu jardín de noctilucas, la marea adamantina de tu pelo y esa sonrisa faro y bandera de mi patria lejana. Allá quedó planeando como un rara avis dejando un hilo Pulgarcito cayendo hasta mi mano de venas dilatadas por todos aquellos lamentos vanos. Después de un prolongado trote, simulando de hierro un caballo, vuelvo a mi estación de invierno con el respirar encogido, entrecortado, y nubes ceniza llueven recuerdos empapando el iris de los campos. Las manecillas del reloj son la gaviota con hambre atrasada, con hartazgo de derrota, y así vuelvo a casa un día más como si nada. Paris Joel
Sed Horizontal Sangre apozada, almagra seca que añora un cauce, un río besamar, ultramar, otra costa y regresar a tu costado, con su coste cárdeno, sin par. Mar muerto, Mar Negro, lago quieto, Titicaca. Marinero en tierra, dique seco, reservista, ¡malhaya! Balandro inquieto, balanceo pendular. Así paseo tras paseo, sed horizontal, olas de recuerdos que invitan a viajar. Paris Joel
Corazón Balandro No empujes más este corazón balandro, que no encuentra la marea ardiente del pecho sincopado, viejo puerto, que no soporta el no ser abatido por temblorosas mejillas de amor adolescente, el roce magnético de la tectónica impredecible, ese ulular interior preludio del salto al vacío... En su vez la cinemática de la inercia, que conduce a un cementerio sin nombre bajo un árbol muerto de indiferencia, frío camino de brezos blancos como nieve, urces, como copos, cimas donde ya ni siquiera llueve. Si empujas este corazón balandro, que sea para que truene. Paris Joel