"Era tan fácil". Paris Joel

lunes, 8 de julio de 2013

Todo era mucho más grande

La casa donde me crié en Castelo, Osedo, Sada (A Coruña).
Y efectivamente todo era mucho más  grande visto con los ojos de la infancia.
La casa era un palacio, el árbol una gigantesca secuoya, el bosque el amazonas, la calle un horizonte de juegos sin fin, la noche una ventana al Universo. Sí, todo era más grande y debe ser por eso que el poeta dijo que no se debe volver a los lugares en los que fuiste feliz pero por algo el hombre es el único animal que tiene por costumbre tropezar con la misma piedra y un buen día se me dio por visitar los parajes de mi infancia.
Regresé a ellos a pie, simulando los pasos de la inocencia y con ojos de asombro descubrí mi casa ocupada, mi bosque arrasado, mi calle acotada y el páramo abandonado por la burbuja inmobiliaria que dejó tras de si un montón de avenidas sin sentido, aceras por construir y tapas herrumbrosas del futuro alcantarillado capitalista.
Fuente de la familia Guzmán en Castelo, Osedo, Sada (A Coruña).
Marché por la antigua cuesta de la fuente de Los Guzmán en donde antaño no se veía el Sol y todo era sombra y olor a eucalipto.
De aquello ya no queda nada, solo la antigua fuente al final del camino, único testigo del otrora glorioso señorío de la naturaleza y el monte impenetrable.
Desde el inicio de las escaleras de entrada mientras mi familia tocaba ese agua cristalina miré de reojo y me pareció ver que la fuente me conoció y al verme no pudo contener las lágrimas, tampoco yo la pude mirar por más tiempo y junto a los míos emprendimos camino.
Interior de Castelo colindando con el monte de Quiroga en Mandín.
Nada queda ya de aquellos centenarios eucaliptos y de esos pinos que poblaban la vereda.
Hubo un tiempo en el que hasta nos podíamos permitir el lujo de tener un árbol de Navidad de verdad, había muchísimos e incluso elegíamos entre varios:-este es muy bajo, este tiene pocas ramas, este está poco derecho...-
A medida que la ambición creció en nuestro entorno los abetos y los pinos fueron escaseando al igual que los zorros, las ardillas y los buhos que noche tras noche rondaban mi balcón.
Y quien me iba a decir que de todo aquello solo queda un aberrante transformador de Fenosa que(yo creo que por dignidad)nunca quiso abandonar los años de los primeros olores, de los vuelos de las aves y de los eternos atardeceres.
Nunca volváis a la tierra de la infancia.
Transformador abandonado de Fenosa en Castelo(siempre preocupados por el medio ambiente).

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