Hacer ejercicio. - Vuelve a llover y, de nuevo, daré plantón a la calle por ese cacharro de pedalear en vacío traspasando kilómetros inmóviles sin viento que dé en la cara en un cuarto, que, aunque se suba la falda, ni me atrae, ni me imanta. Cosas de la edad, imagino, que me mueven a hacer cosas raras para mantener este ajado armazón en forma haciendo de la piel una fuente a ritmo de rock and roll. Y mira que me muero por abrazar senderos mientras mi músculo vital desfallece pidiendo tregua en esta celda de cemento. Y vuelve a llover, ves, como esa rima tonta que está pero no se ve. La tarde golpea duro y me encuentra con el peso pasado, por eso no me pliego, por eso lucho.
Un amigo colina abajo. - Bajaba por la callada colina y ahí estabas tú, como un mendigo agazapado en el recodo, en la curva que, a la inversa, anuncia la cuesta. Búhos, grillos y ladridos lejanos te pintaron de tristeza. Te interrumpí hablando con la Luna, decías cosas que no podemos oír. pero que adormecían la hierba. La farola que colocaron enfrente no te deja dormir por eso tus ideas se caen de amarillas a borbotones, por eso despertaste en mis pensamientos nuevos poemas y canciones. Viejo manzano del camino, tu y yo tenemos algo en común: Un verso como un río en un mundo de neón. Paris Joel
El cielo gris es un cielo sucio, que tiñe el alma de carbonilla. Un estado de ánimo apagado, un eclipse de sonrisa, un recreo sin ganas, un no me apetece o, como mucho, un me da igual en el mes de las rebajas, en el mes de enero. El cielo gris no tiene nada de firmamento, es un Papa Borgia que arenga a sus peones, asesinos a sueldo, que todo lo envenenan, lo joven y lo añejo.
Con el día así no abras la ventana, al cielo, mejor ni verlo, a no ser que te asomes sin tu falda, esa sobremesa de placeres regalados, como los rojos del ocaso, o el lapislázuli de tus besos.
Fue en una noche con viento de Siberia, al igual que el buen doctor, tan sólo un poema, uno bajo tierra, de dura extracción, de los que cuestan, uno con cuerpo de mujer, con forma de canción.
Una rima que aúlla con el hambre y la desesperación, un tema para balalaica y mandolina, con un título bisílabo y sensual, como tus pechos cuando duermen, mientras busco la palabra instintiva, animal.
También me imagino en la gran finca de veraneo en medio de un invierno anacrónico y brutal, sin agua, calor ni alimento, sólo versos como ratones, de aquí para allá.
Como moscas, revolotean, aterrizan y vuelven a escapar, las horas son velas encendidas, los recuerdos tan sólo cera que se efunde en un tarro de cristal. Aúlla el hambre y arden las ganas, te veo dormir y al alba me despierto con un sol de punto final.
Quien pudiera leer; para Lara y que surja un niño, una canción, un árbol de la roca, un pájaro de nube que se posa y ya no está.