Aficiones

En estos días de difuntos, festivo de por medio, el Lunes pasado estuve trabajando hasta tarde y me vino a la cabeza una conversación que tuve con un amigo que me hablaba de lo que cobraban los árbitros de fútbol.
Este pensamiento me llevó a otro y me acordé que muchas veces me preguntan por qué no les inculco a mis hijos el gusto por la música pues sería lo más natural siendo yo músico. Y la verdad es que no es un oficio que laboralmente motive mucho aúnque emocionalmente te de muchas satisfacciones.
Vamos al grano. Sé de muchos músicos de Coruña, sean grupos compuestos por tres o cuatro personas, que por cabeza no cobran mucho más de 50 euros por actuación, actuación a la cual entre desplazamientos, montaje de equipos, prueba de sonido, actuación y recoger el material ocupan 5 horas o más de su tiempo. Bien, pues este amigo de que os hablo me decía que un árbitro de fútbol sala de segunda división podía cobrar 250 euros en negro por "pitar" un partido. No hablemos ya de lo que te puede cobrar un fontanero, electricista o albañil por 5 horas de trabajo un Sábado o un Domingo, o de lo que cobra un concejal de cualquier pueblito por calentar asiento en un pleno(150 euros comisión informativa más otros 150 por pleno).
Ante estos ejemplos y muchos más que me dejo en el tintero ¿Creeis que vale la pena inculcar el oficio de músico en un niño? Sinceramente creo que no, a menos que la vocación del pequeño sea de tal intensidad y amor que no te deje otra alternativa, si no, vale más que se dedique al silbato o a la "res pública" que da mucho más beneficio.
Aún así siguen quedando héroes, afortunadamente.
Hoy quiero recordar con especial cariño al maestro Rafael Amor que este sábado toca en el Galileo Galilei de Madrid y que además cumple años, 63, Felicidades Rafael!
Y también quiero mencionar a otro grande, Paul Simon que estos días cumple 50 años de profesión y lo celebra sacando un doble CD titulado "Song Writer", Cantautor, una selección de sus mejores trabajos hecha por él mismo y que va a sorprender a muchos.
Qué grandes!